Quedan pocos días para el 31 de octubreen el que se celebra Samhain. Nos uniremos a la tradición celta, cuna de las actuales celebraciones europeas y americanas de la festividad de Todos los Santos y Halloween. A mitad camino entre el equinoccio de otoño que tuvo lugar en septiembre y el solsticio de invierno que llegará en diciembre (en el hemisferio norte), nos encontramos en el tiempo en que acaba la cosecha, en el que los días son claramente más cortos y las noches más largas.
Para los celtas, según cuentan, sólo se distinguían las estaciones de verano e invierno, de forma que Samhain significa "el final del verano" y por ende el comienzo del invierno.
Dicen que es una noche mágica donde desaparecen las barreras entre el mundo de los vivos y el de los muertos, donde el velo que nos separa es más delgado. No sé si así, pero creo que sí es cierto que si lo celebramos desde el recuerdo profundo, desde el recogimiento y desde el respeto... podremos sentirlos más cerca espiritualmente.
En cuanto a aceites esenciales mi propuesta para esa noche es una sinergia que aplicaremos vía tópica (en el sexto chakra) y también a nivel de difusión con: Artemisa (apertura hacia la visión de otras realidades), Incienso (símbolo de la espiritualidad por excelencia y del cambio de estado en la transición), Hisopo (desarrolla la intuición y la capacidad de percepción, activa el tercer ojo) y Pícea blanca (activa el tercer ojo, abre el acceso a las dimensiones invisibles y desarrolla las percepciones).
También es un momento para ser conscientes y asumir con mayor naturalidad la vida y la muerte. Dos estados diferentes, pero con un destino inseparable. Y no sólo de la muerte física de un ser, sino también la muertes que hemos tenido que enfrentar en el último ciclo: situaciones, cosas, proyectos, amistades... que dejamos atrás. El final y el principio, como una rueda. Todo queda adormecido hasta el renacimiento en primavera.
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