Es frecuente que en las charlas y cursos, al oler un aceite esencial o esencia, haya una valoración diferente sobre éste a nivel olfativo: alguna persona a la que ese aroma le agrada, personas a las que no les apasiona pero tampoco les desagrada, y alguien que siente una sensación incómoda o de rechazo. E insisto, sobre el mismo aceite esencial.
Además de esta percepción olfativa, también solemos encontrar lugares diferentes donde cada persona "sentimos" el aroma o donde "nos llega": garganta, estómago, cabeza, corazón... Entonces, es habitual que se busque la respuesta correcta, la que nos pueda ofrecer la persona que nos está transmitiendo para cerciorarnos de que lo que estamos sintiendo es correcto o no, o la del autor que estemos leyendo o consultando.
Para entender esto, necesitamos saber que el sistema límbico es una parte del cerebro reptiliano. Es la interfaz entre el cerebro y el mundo exterior. El sistema límbico es la sede del centro emocional y es en parte responsable de nuestra respuesta de lucha o de huída, nuestra reacción emocional a algo, también vinculado con nuestras secreciones hormonales, la motivación, el reflejo de dolor y nuestras fluctuaciones del estado de ánimo. Todos hemos tenido la experiencia donde un olor particular, nos ha traído de nuevo a un tiempo anterior, a un lugar de la memoria pasada, a un recuerdo. Los aceites esenciales afectan nuestra mente y nuestras emociones. Todos los aromas tienen un potencial impacto emocional que puede penetrar profundamente en la psique.
El olfato es el único de los cinco sentidos físicos que está directamente vinculado con el lóbulo límbico del cerebro, nuestro centro de control emocional.