En nuestro cuidado diario, y además varias veces al día, incluimos el cepillado de dientes. Un acto en el que los componentes que utilizamos entran en contacto directo con la mucosa oral, cuya capacidad de absorción es aún mayor que la de la piel. Incluso un niñ@ de unos 3 años se llega a tragar la mitad de la pasta de dientes que colocamos en su cepillo pasando ésta al sistema digestivo y siendo absorbida por éste: llega a sangre y a nuestras células muy fácilmente. Esto debería llevarnos a tener un especial cuidado con la pasta dentífrica que empleamos.
Algunos estudios hablan de diversos compuestos que se encuentran en marcas comerciales y que no son demasiado recomendables para nuestra salud. Entre ellos podemos hablar del dietilenglicol (DEG), el flúor que en exceso deriva en fluorosis dental, los parabenos utilizados como conservantes, las nanopartículas de dióxido de titanio que se emplean para blanquear, el SLS que se emplea como agente espumoso... Hay multitud de información que podéis encontrar por la red para ampliar.