Si hay algún aspecto que esté intrínsecamente relacionado con los cursos, formaciones que he ido realizando y el día a día desarrollando esa valiosa información, es el de la apertura a otros campos y la necesidad de una evolución y equilibrio espiritual. Por ello, daré cabida también a ciertos de esos aspectos también en el blog: los concibo unidos de la mano, así como se encuentran en mi vida.
Hace un tiempo leí "El elefante encadenado" de Jorge Bucay y rescato algunas reflexiones que hice en su momento:
¿Somos como el elefante encadenado del cuento de Jorge
Bucay? ¿Tenemos unas cadenas pequeñas, minúsculas de tamaño, pero que suponen
un peso tan grande que no nos podemos librar de ellas? El elefante encadenado,
un cuento recogido y difundido por Jorge Bucay que narra una historia con mucha
enseñanza, tanto para padres como para niños.
Supongo que muchos lo conocéis, si no aquí podéis leerlo entero y aquí la versión
en
vídeo:
vídeo:
Tras leerlo y verlo, supongo que compartís conmigo la
idea principal: "Un día el elefante comprendió que no se podía liberar y
se rindió a su destino. ¡Qué triste! ¿no? El fracaso estaba grabado en la
memoria y nunca más puso a prueba su fuerza.
Si lo extrapolamos al mundo adulto: un día comprendimos
que no podíamos o debíamos intentarlo más, y nos rendimos. El fracaso se grabó
en nuestra mente y nunca más pusimos a prueba esas habilidades, nunca más
probamos, nunca nos permitimos hacer algo por el simple placer sin buscar
resultados, nunca intentamos realizar alguna cosa sin buscar o contar con la
aprobación de alguien.
Y en nuestra vida: ¿cuántas cosas no hemos vuelto a
intentar porque alguien nos dijo que no éramos capaces?, ¿cuántas
veces dejamos de hacer algo porque la mirada de nuestros padres no era de
aprobación?, ¿qué áreas de nuestra vida hemos relegado porque no parecía
oportuno a alguna persona?, ¿qué experiencias no nos atrevemos a vivir de adultos
porque nos las negaron de pequeños y las consideramos negativas?, ¿qué
vivencias nos negamos porque de niños nos dijeron que eso era “de micorros”?,
¿cuántos sentimientos nos guardamos y no los vivimos porque cuando los
sentíamos de bebés los ignoraron?
Es increíble cómo la moraleja nos dice directamente a los padres: tengamos cuidado con lo que les transmitimos porque si les repetimos constantemente que no son buenos para algo, si les decimos a menudo que no tienen aptitudes para tal o cual cosa, si les desmoralizamos cuando perseveran en conseguir su objetivo, si les repetimos mil y una veces que no van a poder… ¡No podrán realmente porque habremos clavado en estacas muchas de sus habilidades!.
Les pasará como al elefante: que dentro de unos años
cuando tengan posibilidades, cuando tengan fuerzas, cuando hayan desarrollado
sus aptitudes, cuando puedan recibir clases y e ir perfeccionando sus
habilidades en cualquier ámbito… no podrán ni querrán hacerlo porque tendrán
bien grabado que no son capaces, y ni siquiera lo intentarán.
Dejémoslos que prueben, que experimenten, que logren, que
desistan,… Pero no seamos nosotros los que con nuestras palabras, con nuestros
gestos o nuestros actos, les hagamos sentirse encadenados por siempre con
pequeñas cadenas que pesan como lastres imposibles de liberar ni aún en el
futuro. Intentemos no poner esa estaca ni esas cadenas en el cuerpo puro y
bello de los niños. Que lo que esté en nuestras manos, sirva de aliento y
reflejo de la realidad, sin menospreciar, menoscabar ni despreciar cualquiera
de las iniciativas que parten de la voluntad infantil.
Y por supuesto ¡intentemos liberarnos de nuestras
cadenas!
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